Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Juan 1:17.
Jesús
era la luz del mundo. Vino de Dios con un mensaje de esperanza y salvación para los hijos
caídos de Adán.
Si los hombres y las mujeres quisieran recibirlo como su Salvador personal, él prometió restaurarlos a la imagen de Dios y redimir todo lo que se había perdido por causa del pecado.
Presentó la
verdad a los seres humanos sin una hebra
entretejida de error. Cuando enseñó, sus
palabras vinieron con autoridad, porque
habló con conocimiento… de la verdad.
La enseñanza de los mortales es totalmente diferente de la enseñanza de Cristo. Hay una tendencia constante por parte de los humanos a presentar sus propias teorías y opiniones como asuntos dignos de atención, aun cuando no tengan fundamento en la verdad.
Son muy
tenaces para sus ideas erróneas y para sus opiniones ociosas. Se aferrarán
firmemente a las tradiciones de la humanidad, y las defenderán tan
vigorosamente como si fueran
realmente la verdad.
Jesús
declaró que cada uno que fuera de la
verdad oiría
su voz.
Cuánto más poder
acompañaría hoy a la predicación de la Palabra si los ministros se
espaciaran menos sobre teorías y argumentos
humanos, y
mucho más sobre las lecciones de Cristo y sobre la piedad práctica.
El que estuvo en el consejo de Dios, que había morado en su presencia, estaba bien familiarizado con el origen y los
elementos de la verdad, y entendía su relación e importancia para la humanidad. Presentó al
mundo el plan de salvación, y desplegó verdad del orden más elevado, incluso palabras de vida eterna.
Patriarcas, profetas y apóstoles hablaron según eran movidos por el Espíritu Santo, y declararon claramente que hablaban no por su propio poder ni en su propio nombre.
Deseaban que no se les atribuyera
ningún crédito, para que nadie los considerara como los originadores de
algo de lo cual pudieran gloriarse. Fueron celosos por el
honor de Dios, a quien pertenece
toda alabanza. Declararon que su capacidad y los mensajes que trajeron les fueron dados como delegados del poder de Dios. Dios fue su
autoridad y suficiencia...
Cristo es el Autor de toda verdad. Toda concepción brillante, todo pensamiento de sabiduría, toda capacidad y talento de los seres humanos, son dones de Cristo. Él no tomó ideas nuevas de la humanidad, porque él es el originador de todo.
The Review
and Herald, 7 de enero de 1890. [219]
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